El “sueño real” de tres tucumanos en el rugby de España

 El “sueño real” de tres tucumanos en el rugby de España

Lejos, muy lejos de las canchas todavía desiertas de la provincia, hay tres tucumanos que no solo se están dando el gusto de poder volver jugar al rugby en tiempos de pandemia, sino que están por competir en una final de Copa: La Copa del Rey, en España.

En un otoño europeo recién iniciado, los ex Natación y Gimnasia, Luciano Molina (26) y Javier Barrionuevo (29) y el ex Tucumán Rugby Santiago Ovejero (28) se frotan sus manos y están listos para saltar a la cancha y defender la camiseta del Alcobendas Rugby, un equipo de Liga de Honor (Primera División) de Madrid, que se medirá en una definición picante con El Salvador, de Valladolid. El partido, que la pandemia impidió que se disputase el 26 de abril, se jugará el domingo que viene, 18 de octubre, en Burgos.

La ansiada vuelta al rugby se dio este sábado, en un amistoso con Valladolid Rugby (VRAC). Fueron tres tiempos de 20 minutos. “Fue muy amistoso aunque sirvió y tanto a ellos como a nosotros nos salieron cosas positivas”, destaca Molina.

Scrum 5 contactó a los tres valores tucumanos a días de la super final, para acceder a su vida allá y compartir los días previos a “un sueño real”.

Santiago Ovejero (28) es hooker. Se fue a Europa hace 10 años, con las energías y la fuerza de vuelo de un muchacho de 19 años. Aquí había vestido la camiseta de los Naranjitas, en M17, 18 y 19 e integrado el PLADAR, cuando era M18.
Su sueño era ser profesional, y como muchos jugadores que ya no formaban parte del sistema PLAR de la UAR, pensaba mostrarse en Francia para llegar a Los Pumas.

En el Verdinegro llegó a jugar unos partidos en la Intermedia. Y guarda los mejores recuerdos. “Tuve un lindo año en mi club. Esos partidos en Intermedia fueron los más lindos. Justo coincidió con la vuelta de Europa de Julio Farías, que era el jugador sensación del momento y que luego sería convocado a Los Pumas”, rememora Santi, un forjador nato de su destino.
Mi sueño siempre fue jugar como profesional. Entonces, con la ayuda del hermano de un amigo, me armé unos videos con mis partidos y los envié por mail a un montón de clubes: de España, Francia, Portugal, Italia, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá. En ese época era más difícil irse”, admite. Y sigue: “Me sale la posibilidad de venir a jugar a la Segunda división de Portugal. Ya había estado cerca de venir a la Primera de un club de España, el VRAC, Valladolid Rugby, y no se dio. En Portugal, de lujo, todo. Ascendimos de Segunda a Primera, tuve un muy buen año. Tenía 19 años. No entendía nada”, recuerda Ovejero esos inicios en suelo europeo. “El club portugués me renueva por dos años más pero yo quería -en ese entonces, ahora ya no- tener visibilidad para llegar a Francia”, insiste. Finalmente reaparece VRAC y lo convoca por mail. Si bien la oferta económica no era superadora había otra más importante: “Me dijeron que el entrenador (también jugador) iba a ser Lisandro Arbizu y que por un convenio con el Bordeux de Francia iba a tener la oportunidad de probarme en el club francés. Me entusiasmé, pensaba que España estaba cerca de Francia y que tendría la oportunidad de acercarme al gran sueño. Arbizu me llevó a la prueba, en su auto, me presentó, se portó increíble, me contó toda su experiencia en Los Pumas. No tengo palabras de agradecimiento hacia él. Así fue que después me fui de Portugal al Bordeaux”, narra el primera línea, nostálgico. “Antes de viajar al Bordeuax me llamó Nico Sánchez, que jugaba ahí. Nico me bancó un montón, me ayudó muchísimo, comí en su casa, se portó muy bien conmigo, al igual que Rafa Carballo. Ellos me apadrinaron un montón, y después también Joaco Tuculet”, reconoce.
Estaba en la crema del rugby. Tenía 20, 21 años. Era muy chico. Nico me ayudó mucho. Me alentaron a que siga adelante. Pero nunca me adapté. Y en un partido meto no se cuántos tackles y me rompo el hombro. Estaba muy enfadado con el ambiente. No me pude adaptar. Creo que porque era muy chico. Hoy sí podría”, se sincera Ovejero, y repasa lo que siguió después de la experiencia en Francia: “Me volví a Portugal, un error gravísimo. Debí quedarme en el PROD 2, el ascenso francés. Bueno, juego en Portugal, con buen contrato, de ahí me vuelvo a Argentina unos meses y luego vuelvo a España, al VRAC y después llego a Madrid. Conozco a mi señora, que es española, y ficho para el Alcobendas. Esta es mi quinta temporada”.  

Santiago Ovejero.

Los objetivos deportivos ya son otros. Estoy estudiando Ciencias del Deporte, que sería como el profesorado en Educación Física. Esta semana estamos preparando la copa. Acá tenés que trabajar aparte de jugar porque la vida en Madrid es muy cara”, añade el tucumano. Y analiza: “Para mí el rugby aquí en España es físicamente más duro que en Tucumán, porque te encontrás samoanos, fijianos, neozelandeses. Es como tacklear un roble o un pedazo acero. La Liga española está llena de extranjeros y eso hace que esté en buen nivel”. “El scrum por ejemplo, es mucho más agresivo que técnico. Por eso muchos argentinos la pasan mal con el scrum cuando llegan acá. En destrezas el rugby no es tan bueno aquí, es verdad, es más de contacto, más rústico. En Argentina el jugador sabe hacer todo. Hourcade tiene mucho que ver en eso, cambió las cosas”, comenta el tucumano, que añora las juntadas eternas e irrepetibles, esas que solo se dan con los amigos. “Extraño mucho juntarme con mis amigos, hacer un asado y tocar la guitarra. Extraño las cosas muy tucumanas, como el sandwich de milanesa y juntarse con los amigos sin más”, asegura. “Del club, lo que más extraño es la parte social. En el verano, cuando terminaba la temporada y nos juntábamos a jugar una tocata con los changos. Y a toda la gente que me dio una mano para que hoy pueda estar aquí y sea semi  profesional o profesional me gustaría darle una abrazo”, finaliza Santi.

Actualidad. El equipo prepara la finalísima del domingo próximo.

Luciano Molina (26) dejó Natación en 2018, luego de jugar el Nacional de Clubes A y de darse el gustazo de ser campeón el 17 de septiembre de 2017 (hacía 21 años que el club no daba la vuelta en Primera). Luchy, tercer línea, emigró aprovechando su ciudadanía española y la experiencia de haber vivido en España con sus padres. Estudiaba arquitectura y para seguir con su formación fichó para el Cisneros, un club universitario de Madrid. “Estaba buscando desarrollar mi vida afuera, tener un futuro acá. Extraño mi casa, mi club, mis amigos, pero cuando uno sale de la Argentina se da cuenta de que está acostumbrado a que todo lo que va mal es lo normal. Se adapta a eso. Piensa que será normal siempre. Hasta que te parás en otro lado y te das cuenta que no es así”, explica Luciano, que arribó al Alcobendas después de dos años en Cisneros.

Mis planes a futuro son seguir jugando en el máximo nivel de en España y sacarle el jugo a eso. En 2018 fui convocado al Seleccionado de España, me gustaría seguir mejorando y apuntándole a eso”, se ilusiona Luciano, un inquieto al que el confinamiento por pandemia lo desafió. Y el respondió: “Pusimos un emprendimiento de venta empandas tucumanas en Madrid. Se llama La Zambita y tenemos un muy lindo éxito”, celebra el también campeón argentino con Los Naranjitas (2015) y subcampeón del Argentino 2018 (el último que se disputó hasta que la UAR lo suspendió) con Los Naranjas.

Cae un lagrimón. Qué tiempos aquellos (hasta 2018) con el seleccionado «vivo», en competencia.

Yo estaba acostumbrado a volver a casa solo a dormir. A esto de la pandemia no se lo esperaban acá tampoco. Y hasta que cayeron, fue demasiado tarde. Fue un estrés, a nivel mental y físico”, admite. “Yo convivía con mi novia y otro tucumano que estaba jugando acá. Tratábamos de mantenernos activos. Actualmente no podés entrar ni salir de Madrid, salvo que tengás un certificado de autorización. Estamos a la espera de que bajen los números de contagios y que pase este virus, que pinta que será para largo”, se lamenta.

Un día cualquiera –sin pandemias- en Alcobendas, cuenta Luciano, consiste en doble turno de entrenamiento. Físico, pesas y potencia en la mañana y campo, rugby, en las noches. Entrenan con el profe Gabriel Lucena, otro tucumano, también campeón con Natación en 2017. “Por suerte estoy acostumbrado a sus rutinas”, festeja Molina.  

El club está se preocupa mucho por uno, y eso es lo que uno siempre requiere: estar cómodo y resguardado”, cierra Luchy, que, por el momento, ancla sus objetivos deportivos y profesionales allá y al que se le sigue “erizando la piel” cuando recuerda el campeonato obtenido por Natación hace tres años. “Salir campeón fue un trabajo de varios años. De ciertas circunstancias que se fueron dando. Era pasión y entrega apuntando al mismo objetivo. Lograrlo fue una sensación hermosa. Fue mi logro más importante. Recuerdo que cuando terminó el partido nos abrazábamos todos, con gente que ni conocíamos. Fue un momento de cambios en el club. Ser campeón fue una muestra de ese avance institucional”.  

Inolvidable equipo. Luciano Molina (primero, arriba, a a la izquierda) en ese Natación que recuperó la gloria para el club, en 2017.

Javier Barrionuevo (29) es pilar izquierdo y en el amistoso del sábado retomó la actividad con alegría. Estaba parado desde febrero, cuando se fracturó la mandíbula. “Vine a Alcobendas en 2019, con la ayuda de Santi. Justo estaba sin jugar en Tucumán y salió esta oportunidad de venirme, cuenta Javier. “Mi contrato termina en mayo, por ahora la idea es quedarme hasta ver cómo va la situación en Tucumán, espero que mejore pronto con el tema este del virus”, afirma Barrionuevo, que integró el plantel de Alcobendas que alzó la Copa del Rey 2018/2019 (victoria 24 a 23 sobre Barça Rugby, en tiempo suplementario) y ahora arenga: “El finde que viene peleamos por una más”.
En ese plantel campeón también estaba el tucumano Evaristo Paz. Y otro valor de nuestra provincia que jugó el Alcobendas pero se volvió e enero de este año es Nicolás Proto.

Javier Barrionuevo.
Así obtenía Alcobendas la Copa del Rey, el año pasado.

El nivel de rugby en España está creciendo, es duro en el contacto. Muchos vienen pensando que no lo es pero llegás y te encontrás con gente de Samoa, Nueva Zelanda, Sudáfrica, que están jugando hace mucho tiempo en la liga”, describe Barrionuevo, que se descolocó –como muchos- por los efectos de la pandemia. “Fue muy duro el tema de la cuarentena; estar lejos de la familia”, reconoce. “No se sabía si comenzaba o no la Liga. Estuvimos hasta septiembre en la incertidumbre de no saber cómo reaccionar, si volver a casa o seguir acá”, admite Javi.

Y sigue: “Si bien ahora está llegando la segunda oleada de rebrotes, no estamos en ninguna fase. El gobierno declaró el estado de alarma por zonas en Madrid, gracias a Dios a nosotros que vivimos un poco afuera no nos tocó. Vivimos cerca del club, en San Sebastián de los Reyes, que está al lado de Alcobendas”.

Barrionuevo no se achica. El inolvidable 2020 empieza a dar buenas señales. A sus deseos se les unen los de Ovejero y Molina. Los tres la pelean todos los días en España, aferrados al rugby, su pasión, y a ese sueño: un “sueño real”.

Copa del Rey de España. Se juega después de hacerse un sorteo entre los equipos de la categoría y se arman grupos de 3. Los primeros siguen jugando hasta llegar a la final. Se juega en simultáneo con la Liga de Honor A.  

Diego Esper

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